El pasado 3 de julio se presentó en la sede madrileña de la Organización Médica Colegial (OMC) un extenso informe elaborado por la empresa consultora de comunicación empresarial y relaciones públicas Estudio de Comunicación, que lleva por título «La comunicación médico-paciente» y trata de dar respuesta a una pregunta bien sencilla: ¿se comunican bien los médicos con sus pacientes?
Y las conclusiones del trabajo, la verdad, me han parecido poco concluyentes, como si los participantes en el estudio no tuvieran claro lo que opinan.
Un 41,4 % de los pacientes encuestados, por ejemplo, opina que los médicos se explican mal, frente a un 40,9 % que afirma justamente lo contrario. A la vista de estas cifras, por tanto, da la sensación de que las capacidades de comunicación del médico fueran más que dudosas; pero luego resulta que la gran mayoría de los encuestados (un 82,3 %) admite haber comprendido bien las explicaciones del facultativo sobre su estado de salud. E incluso, entre los pacientes que plantearon alguna pregunta o expresaron alguna duda, el 80 % afirma haber recibido una aclaración o una explicación adecuadas. ¿En qué quedamos, pues?
Da la impresión, me parece, de que el médico arrastra secularmente una pésima imagen como comunicador, que suscita una fuerte predisposición adversa por parte de enfermos y familiares, y hace pensar a estos que el médico, por el mero hecho de serlo, se explica mal, aun cuando en su caso concreto ellos hayan entendido bien sus explicaciones.
Curiosas son también las causas a que atribuyen pacientes y médicos la falta de entendimiento en consultorios, servicios de urgencias y plantas de hospitalización. Cuando se pregunta a los enfermos, estos atribuyen la incomunicación al hecho de que los médicos utilizan demasiados tecnicismos y términos jergales incomprensibles (amniocentesis, hematocrito, ictus, senos paranasales…), siglas (AINE, EPOC, TAC, ECG, UCI…) y extranjerismos (bypass, distress, rash, stent…); y también a la sensación de que los médicos actúan con una falta preocupante de empatía, como si trataran con enfermedades, síntomas o lesiones más que con personas que sienten y tienen su corazoncito.
Preguntados los médicos, en cambio, ellos atribuyen la falta de comunicación a la escasez de tiempo, derivada a su vez del incremento de la presión asistencial por abarrotamiento de nuestros hospitales y centros de salud. En opinión de Josep María Bosch Fontcuberta, coordinador nacional del programa «Comunicación y Salud» de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc), esta situación «conduce a menudo a una percepción de agobio por parte del profesional y la dificultad de llevar a cabo entrevistas con mayor perspectiva». Otro obstáculo a la comunicación que señalan los facultativos es la deficiente cultura general de los usuarios del sistema sanitario (o sea, de los pacientes).
Razonamiento este último, por cierto, que choca aparentemente con la percepción generalizada de que Internet y las redes sociales han mejorado el conocimiento de las cuestiones relacionadas con la salud entre la población general. Los expertos consultados para el informe, de hecho, coinciden en apuntar que la población española está hoy bastante mejor informada que antes, si bien algunos, como Juan González Armengol, presidente de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes), creen que esta abundancia de información no filtrada puede llegar a ser contraproducente: «implica una sobresaturación de información que incluso puede no estar depurada, en función de la fuente, y que obliga a un doble esfuerzo de comunicación».
En resumen, yo diría que la cuestión es sumamente compleja, y en España dista mucho de estar resuelta. Cito nuevamente a Josep M.ª Bosch: «En otros países de nuestro entorno, la formación [en comunicación] se lleva a cabo de manera más intensiva, mientras que en las universidades de nuestro país se realiza de forma poco integrada y con escasísimos recursos. Se asume que el futuro médico entrevistará bien por el mero hecho de serlo». Creo que va siendo hora de que el estudio del lenguaje y las técnicas de comunicación entren como asignatura reglada en el plan de estudios de nuestras facultades de medicina. ¿Hay decanos que recojan el guante?
Fernando A. Navarro